ESTAMPAS DE CAÑETE

Alfonso Concha Acuña

FRANCISCO ANGUITA GAJARDO

De delgada silueta, demostrando su dinamismo al andar, don Pancho Anguita, es un elemento de gran cooperación; visionario como el que más, fue el "alma mater" de la que es hoy Hostería Lanalhue.
Ha gastado una fortuna en viajes de instrucción a la Capital; va y lleva ilusiones y por fin triunfa.
Innovador en su predio agrícola de "Paicaví" que ha trabajado en unión de sus familiares, con sin igual tesón, ha visto fracasos y grandes triunfos, ensaya, observa y saca conclusiones; ha tenido buen Criadero de caballares chilenos, juntos con el entusiasmo grande de su hermano Nancho; ha ensayado vacunos de varias razas, así como le han gustado las buenas ovejas. A veces inconstante, ahora ya, más reposado desde que se casó, va viento en popa triunfando en sus innovaciones. Tenaz y capacitado, es inteleigente para sacar el buen partido donde ve que puede hacerse un trabajo más técnico.
Le gustan las maquinarias agrícolas y es veloz para discernir; mantiene, con porfía, muhcas veces, lo que a él le parece lo mejor. Con él, Pedro Montorý, Marcial Charó, Don Pedro Etchepare, José Otondo y otros que no recuerdo, pudimos en 1945 (a un año de haberme hecho cargo de mi puesto de Ingeniero Agrónomo Provincial de Arauco) sacar delante del público una magnífica Exposición de animales. Obtuve el apoyo de renombrados veterinarios y agrónomos y los jurados, junto con el competente doctor De.Bulock de "El Vergel" y otros de Temuco, logramos lucirnos; después siguieron en Arauco y es lástima que este primer impulso aún no continúe. En Cañete hay bastante animal de calidad que mostrar y son razas sufridas, dado el clima y la pobreza forrajera de aquellos lugares.
Hombres como don Francisco Anguita, hacen de sus lugares, aunque sean apartados, vergeles y lugares de recreo.
Rindo aquí, en dos palabras, un recuerdo y homenaje cariñoso a su tío, don Juancho, como se le decía afectuosamente, pues era un caballero que daba a querer desde que uno le conocía; sencillo, franco y leal, don Juancho Gajardo, con su alegría a flor de labios, mostraba su gran corazón de hombre sin reveses.
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