Redacción HD
A veces, las grandes ideas no vienen con nombre y apellido. Simplemente nacen de una necesidad, de un entusiasmo colectivo, o quizás de ese espíritu cañetino que sabe reconocer el valor de lo que crece en nuestra tierra. Lo cierto es que, sin que nadie lo anunciara como “la primera de muchas”, así empezó la Fiesta del Changle en Cañete.
Corría el invierno y mientras el frío cubría la ciudad, una gran carpa levantada frente al municipio se convirtió en el refugio perfecto para una celebración inédita. ¿El protagonista? Un humilde pero exquisito hongo silvestre: el changle, que por generaciones ha estado presente en nuestras cocinas del sur, pero que hasta entonces no había sido homenajeado como se merece.
No sabemos exactamente quién tuvo la brillante idea de convertirlo en el centro de una fiesta local. Tal vez fue una conversación entre vecinos, o alguna intuición compartida entre amantes de la cocina y la identidad territorial. Pero lo cierto es que fue un éxito desde el primer minuto. Se instaló como actividad de invierno para compartir sabores y a la vez posicionar un producto auténtico de nuestro entorno natural, digno de trascender más allá de las ferias y los mercados.
La ceremonia inaugural fue encabezada por Jorge Radonich, quien cortó la cinta acompañado de autoridades, vecinos y estudiantes. Participaron activamente alumnos del Liceo Alonso de Ercilla, de la carrera de Alimentación, así como del Centro de Formación Técnica Lota Arauco, quienes demostraron su talento culinario y compromiso con las tradiciones locales.
Adriana Cabrera fue una de las primeras en conquistar paladares con sus tartas, empanadas, panes y escabeches, todos preparados con changles recién cosechados. Su mesa fue una verdadera muestra de cariño y sabor, celebrada por todos quienes se acercaron a probar, conversar y aprender.
La carpa rebosaba aromas y conversaciones. Los platos se ofrecían gratuitamente, y más allá de lo gastronómico, se vivía un ambiente de comunidad, de reencuentro con las raíces, de orgullo compartido.
Desde entonces, han pasado los años y aquello que fue una iniciativa local se convirtió en una verdadera Fiesta Costumbrista, reconocida por medios, visitantes y cada vez más cañetinos que esperan con ansias la temporada del changle.
Porque las tradiciones no siempre nacen con discursos ni planes estratégicos. A veces basta un buen motivo, una carpa, unas manos generosas y un hongo que, al igual que nuestras costumbres brota con fuerza desde el corazón del bosque.