Nadie recuerda exactamente cuándo fue la última vez que lo vimos, pero lo cierto es que ya no está. Se esfumó entre titulares absurdos, normativas contradictorias y discusiones donde el grito pesa más que la razón.
Durante años fue ese aliado silencioso que ayudaba a discernir lo justo de lo exagerado, lo correcto de lo conveniente. No era perfecto, pero solía aparecer justo a tiempo para evitar desastres innecesarios. Hoy, en cambio, reina el ruido, la urgencia de tener la razón y la costumbre de culpar al resto.
Es lo que me dijo un amigo, un mes después del terremoto del 27/F.
No podía creer lo que escuchaba. Ya había estado en Lebu días después de la tragedia, impactado aún con lo que había visto en el río; pero esa frase me empujó a volver. Había algo que no cuadraba, algo que necesitaba ver de nuevo, pudiendo comprobar que algo peor estaba ocurriendo.
Ver el mundo con lucidez es tan difícil como explorar un universo desconocido. No hay brújula, ni certezas. A veces, ni siquiera hay tierra firme, sólo vacío entre pensamiento y sentimiento.
Desde 2021, Chile conmemora oficialmente el solsticio de invierno como el Día Nacional de los Pueblos Indígenas, reconociendo su profundo valor cultural y espiritual para numerosas comunidades originarias del país. Esta fecha simboliza el inicio de un nuevo ciclo, estrechamente vinculado al respeto por la naturaleza y los astros.