Con su título de Técnico Agrícola y un gran deseo de surgir en la vida, llegó a la Escuela Granja de Cañete hace doce años. Hombre franco, agradable e inteligente, es un profesor culto y sabe infundir en sus alumnos sus conocimientos. Amante del progreso y del anhelo de surgir, le compró al amigo Cucho Miranda un pedazo de suelo y allí instaló su hoy magnífico criadero de aves que le da bastantes escudos.
Su hogar, acogedor y con calor de buen amigo, es justipreciado por quienes le visitan.
Su charla fluida y alegre, contagia a su interlocutor.
Don Pedro Espinoza Jara sabe ser un ciudadano eficiente y útil a la colectividad y es un radical de fila que jamás ha tenido un desliz político, porque está acostumbrado a la disciplina y tiene un amplio criterio para apreciar los acontecimientos de su partido.
El 13 de agosto de 1961 pasó a visitarme en mi hogar de Los Ángeles; tuve un inmenso placer al charlas con él unos momentos, pues iba de paso a visitar a sus padres, en Candelaria. Quería estar con su amada madre el día del santo de ella, el 15.
Recordó algunas anécdotas mías y de Miranda y dijo que una vez, bastante choferiados, el Cucho y otros amigos llegamos a mi casa a tomar el trago del Andavete y mientras yo buscaba con qué hacerles cariño, Cucho Miranda, con esa gracia que siempre pone a las cosas, tomó dos gatitos que tenía regalón (pues me los había regalado mi nunca olvidado amigo don Carlos González Candia, que se llamaban los pascualitos) y los echó dentro del refrigerador que a la sazón en esos días había comprado (fue el primero que hubo en Cañete) y por casualidad al irse se acordaron de este chiste del vapuleado Alcalde Miranda y pude librarlos de que fallecieran helados. Y a lo mejor la carne de gato refrigerada es buena. Debí haberles hecho probarla.