El 27 de febrero de 2010 marcó un antes y un después en la memoria colectiva del país. Aquella madrugada, con un terremoto de 8.8 en la escala de Richter, el país se vio sacudido de forma violenta, enfrentando una catástrofe que dejó destrucción material y también un profundo dolor humano.
No es difícil trazar un paralelismo con otros grandes terremotos que han marcado nuestra historia, como el de Valparaíso en 1906, el de 1939 en Chillán o el devastador de 1960 en Concepción y Valdivia, que también arrasaron lugares y vidas.
Cada uno de estos terremotos refleja la fragilidad de las ciudades ante el poder de la naturaleza, pero también la resistencia de la sociedad chilena a la adversidad. La recopilación de imágenes que aquí se muestran, incluidas algunas nuestras, ilustran el desastre y sus consecuencias como recordatorio de lo vivido y también como una herramienta para la reflexión. Recordar estos eventos no es revivir el dolor, sino destacar nuestra capacidad de sobreponernos ante la adversidad y salir adelante en la reconstrucción, pensando quizás en la importancia de la preparación ante futuros desafíos.
La información visual que circula sobre estos eventos a través de las redes es un testimonio potente de lo que ha sucedido y, aunque las imágenes a veces son impactantes, cumplen una función educativa, recordándonos la necesidad de estar siempre alertas y preparados para lo impredecible.
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