Es oriundo de esta provincia de Arauco y primeramente estudió para profesor normalista, pero descubrió que pasaría muchas penurias con los sueldos de hambre en que se ha mantenido siempre al magisterio en general y, con esfuerzos inauditos, se fue a estudiar medicina, graduándose de médico cirujano en la Universidad de Chile, teniendo excelentes profesores. Harto asimiló, pues es un buen doctor, al decir de todos, sobre todo internista.
Es un médico muy querido y tiene permanentes aciertos, pues estudia y diagnostica muy bien. Aún en Santiago tiene fama como buen médico, pues muchos pacientes no le creen y van a Santiago a consultar especialistas y, zas, que le dicen lo mismo que el doctor Vigueras. Cuando estudiante fue compañero de pieza de Paulino Viveros, de quien es su médico de cabecera; a veces se enojan, pero vuelven a entablar la amistad en cordiales relaciones; a veces la política los distancia, por tener distintos candidatos del mismo credo.
El doctor Vigueras es radical de fila, tiene muchos adeptos que le siguen ciegamente y cuando se pone a trabajar en política es incansable y recorre su clientela. Una característica de don Homero (que no tiene nada de poesta) es que, entusiasmado para acrecentar su ya buena fortuna que es sólida, es apretado para hacer los negocios. Por el kilo de animal vivo es capaz de alegar un día entero, según el precio que le ofrezcan. Pero en su profesión, aparece el otro “yo” humano y sensible para sus semejantes; generalmente no le cobra a los pobres que le van a ver como doctor y aún les regala plata o remedios. Le critican porque no gusta de fiestas colectivas y pertenece a determinadas sociedades; él tiene su otro mundo y le gustan unas cuantas amistades solamente, pero buenas y las frecuenta. A veces también le gusta “la fiesta” y baila cueca con febril entusiamo y mejor... según él, que el mismo Pauli, que es un peine para este deporte. Bailar mejor que Paulino, ya es mucho decir...
Cuando está entusiasmado exclama con alboroso: tu vey, tu vey... como el doctor Vigueras (dice él mismo) no hay nadie que se la gane para la cueca (y es verdad) ¿no es cierto, amigo, que bailo bien? Y hay que decirle que sí, por supuesto. Y cuando le pone, le pone, no más...
Con paso calmado y contoneándose acompasadamente con su sobretodo echado encima, su figura en Cañete es respetada y querida. Ha rechazado en muchas oportunidades para irse a Santiago, donde sería una notabilidad por su capacidad intelectual; pero él ama a su Cañete, y Quidico y parece que quiere dejar allá sus huesos.
Con el “maestro Eudocio” son muy cumpas, pues se entienden muy bien. Tiene propiedades agrícolas en Quidico y en su ligero caballo, se lanza por esos caminos de Dios y a grandes galopones, llega donde se siente renacer. El doctor Vigueras ha ayudado a miembros de su familia y tiene una sobrina excelente médica. Fue doctor de Carabineros y ya está jubilado de esa institución. Hoy día está en la plenitud de su vida, desarrollando su fecunda labor humana, digna de todo encomio.
Tiene varias anéctodas y recuerdo sólo ésta: una vez, a eso de las tres o cuatro de la madrugada, después que estuvimos juntos con un grupo de amigos, en el Club Social o el Radical (no recuerdo bien) vinimos a mi casa (siempre llegaban buenos amigos con confianza) a tomar una taza de café o comer alguna cosa; vinimos siete; seguramente él quedó con algo de hambre, pues engullimos algo de chancho, paltas y café y paseándose a grandes zancadas exclamó: “aquí hay puros muebles y nada que comer...” Hubo que traer mayor remesa de comistrajos, porque de mi casa, le aseguro, nadie salía con hambre.
Hago votos porque siga creyendo que es el mejor para la cueca. La cuestión es que alcance, siquiera a los dos pies, como Paulino."