Al cabo de tantos siglos, la palabra "resentimiento" -que evoca una pasión con mayor poder destructivo que el pecado capital de la envidia- está cada día más presente en la mayoría de los discursos que tratan de entender la condición humana, como resentimiento individual y, también, como resentimiento colectivo: se habla, se diserta y se escribe muy a menudo de cultura, ideología, moral, política y psicología del resentimiento, de resentimiento de clase, de hombres y de mujeres cuyas vidas son historias de resentimiento -como la biografía del emperador romano Tiberio publicada el año 1939 por Gregorio Marañón ( Tiberio , "Historia de un resentimiento", Espasa-Calpe S.A. Madrid, 9ª edición,1963)- e incluso Harold Bloom , ("El canon occidental". Anagrama, Barcelona,1995) cuyo magisterio como crítico literario es reconocido urbi et orbe , ha delimitado peyorativamente a una "Escuela del resentimiento" y a unos "Apóstoles del resentimiento" en los que incluye a un determinado grupo de críticos literarios.
Sea cual fuere el juicio moral que se le aplique, lo cierto es que la pasión del resentimiento jugó en el pasado y sigue jugando hoy un papel dominante en las relaciones humanas, tanto individuales como colectivas.
Los dos grandes polos del deseo humano son -como insiste Eric Gans - el amor y el resentimiento. Frente a la generosidad extrema del amor, el resentimiento es un sentimiento nada generoso, de ira contenida, de indignación soterrada, una y otra vez evocado, que acaba siendo una pasión incubada y clavada en el alma de aquel que la padece, quien se considera víctima de un acontecimiento que percibe como injusto, por lo que se siente "herido", humillado y ofendido por otro o por otros y, al mismo tiempo, impotente para descargar, por el momento, su frustración y su latente hostilidad contra el presunto ofensor.
Con el paso del tiempo, el resentimiento, revivido repetidamente, en lugar de atenuarse se incrementa. Cuando el resentimiento no es controlado a tiempo, el resentido, espoleado por esta pasión, si encuentra por fín, tras un aplazamiento más o menos largo, la ocasión propicia para actúar, lo hace mediante una reacción violenta.
El resentimiento puede considerarse metafóricamente como un "combustible" de elevada fuerza explosiva que, de entrada, consigue una potencia inesperada para las capacidades intelectuales - generalmente mediocres- de aquéllos que lo utilizan, aunque termina siendo destructivo para quien lo aplica como motivación vital y "contaminante" para los demás.
Un ejemplo paradigmático de esta violencia es la legendaria y terrible reacción de Eróstrato -el incendio del templo de Diana en Efeso, el año 356 años a. de C.- resentido, según confesó ante sus jueces, por el menosprecio ciudadano hacia su persona, por su falta de notoriedad; su destructiva acción se considera un hito extremado en la historia universal del resentimiento.
Y otro ejemplo clásico, éste en el teatro de Shakespeare , es el resentimiento de Yago contra Otelo, al sentirse postergado por Casio, y su infernal conspiración para destruir no solo al general veneciano sino también a su esposa Desdémona.
La pasión subterránea del resentimiento asienta habitualmente sobre una sobreestimación del propio yo, sobre la premisa de una cierta actitud narcisista combinada con una extremada susceptibilidad, lo que condiciona un grave error en la comparación valorativa de uno mismo con los demás.
En este sentido, atina Marañón cuando escribe en el capítulo dedicado a la teoría del resentimiento en su biografía de Tiberio que hay " almas propicias" y " almas inmunes" al resentimiento.
Como también acierta cuando afirma que " el resentido es siempre una persona sin generosidad" y " por lo común de inteligencias no excesivas".Friedrich Nietzsche nos reveló el poder del resentimiento y su fuerza destructiva, y en su "Genealogía de la Moral" desarrolló psicológicamente la relación antitética entre una moral noble -la moral de los señores- y una moral del resentimiento -la moral de los esclavos- , esta última derivada de la moral judeo-cristiana, según su brillante pero excesivamente apasionada tesis. El cristianismo, para Nietzsche , sería el prototipo de la moral del resentimiento.La descripción que hizo Nietzsche de la génesis del resentimiento es aceptable para Max Scheler ("El resentimiento en la moral", traducción de José Gaos , Caparrós Editores. Madrid, 2ª ed. 1998)], pero no lo es, en cambio, la acusacion de moral del resentimiento dirigida contra el cristianismo.Según Scheler , la impotencia para expresar sentimientos negativos revierte hacia el interior del individuo o de una colectividad, provocando graves distorsiones en la aprehensión de los valores y de las jerarquías.El impulso para la formación del resentimiento -al fin y al cabo una muy negativa relación emocional respecto a otro o a otros- partiría de la venganza, del odio y de la envidia, cuando la expresión de estas pasiones es reprimida o aplazada por la impotencia.Una vez incubado el resentimiento , "revive" una y otra vez en la conciencia del individuo, no como un simple recuerdo intelectual, sino como la emoción misma y con ella como un movimiento de hostilidad hacia otro u otros.Aquél que sufre la pasión del resentimiento padece una autointoxicación psíquica que le lleva a depender del objeto de su hostilidad, blanco de su aplazada venganza, aunque vive con el secreto temor de que este deseo sea cumplido y, en consecuencia, la repetida escenificación de su resentimiento, que funciona como"combustible" de su obsesionado vivir, desaparezca ( Eric Gans ).Pero no hay que olvidar que descubrir resentimiento en "otro" implica, en cierto modo, descubrirlo en uno mismo, ya que sólo desde alguna experiencia de resentimiento, aunque haya sido abortada, se puede conocer la pasión del resentimiento, siempre con el grave riesgo de quedar contaminado. El resentimiento colectivo no sería para R. Schaeffer ("Resentment against Achievement", Prometheus Book, Buffalo, N.Y. 1988), la consecuencia de la lucha entre clases oprimidas y clases opresoras, como postulaba Nietzsche , sino entre los que son capaces de conseguir cosas (" achievers") y los que no las consiguen, los resentidos (" resenters"). Según esta controvertida tesis, los que consiguen cosas en nuestro tiempo serían los innovadores y los creadores mientras que los resentidos serían los redistribuidores y los que viven del Estado del Bienestar. Lo cierto es que el fuego del resentimiento -tanto individual como colectivo- recorre nuestro mundo, acaso porque -como ha escrito Hannah Arendt - " el resentimiento es la disposición afectiva característica del hombre moderno, el resentimiento contra todo lo que le viene dado, también contra la propia existencia, resentimiento contra el hecho de que él no es ni creador del universo ni de sí mismo".
Cristobal Pera