ARREGLAR EL MUNDO

Estamos viviendo, a nivel mundial, una era de profundas heridas. Está herido el planeta, debido a los grandes desastres ecológicos, y herida la humanidad, afectada de hambre, guerra, violencia y desigualdad social.

Una realidad evidente. Sin embargo, cuando hablamos de estos temas, lo hacemos siempre “desde afuera”, como observadores externos, como si nada de ello nos tocara. Además, sentimos que se trata de problemas demasiado grandes para que podamos resolverlos.
Nos transformamos en cómodos espectadores, sin siquiera detenernos a pensar que los cambios que se requieren para mejorar “el mundo”, son en realidad cambios en “las personas”. Y no son los gobernantes ni las multinacionales quienes van a propiciarlo, sino cada uno de nosotros, modificando profundamente nuestra forma de pensar y actuar, entendiendo por fin que la única solución posible es actuar solidaria y colectivamente en vez de velar por intereses egoístas.
Así lo muestra este cuento anónimo del que se conocen varias versiones distintas:
Un científico que deseaba resolver algunos de los mayores problemas de la humanidad, se pasaba todo el tiempo absorto, en búsqueda de fórmulas que le permitieran conseguirlo.
Cierto día, su hijo de siete años entró en el laboratorio con ganas de jugar con él.  El científico, alterado por la interrupción, pensó en pasarle algo que distrajera su atención. De repente, encontró una revista que incluía entre sus páginas un gran mapa del mundo. ¡Justo lo que necesitaba! Con unas tijeras recortó meticulosamente el mapa en múltiples trozos y, junto con un rollo de cinta adhesiva, se lo entregó a su hijo diciendo: “Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo arregles sin ayuda de nadie”. Calculó, para sus adentros, que el pequeño tardaría varios días en rehacer el mapamundi.
Sin embargo, no fue así. Al poco rato escuchó la voz de su hijo: “Papá, papá, ya lo hice todo, ya terminé”. Al principio, no le creyó, pues le pareció imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa tan complejo. Pero, para su sorpresa, cada pedazo había sido colocado en el lugar exacto.
“Hijo, tú no sabías cómo era el mundo. ¿Cómo lograste encajarlo?”, le preguntó. Y el niño respondió: “Papá, yo no conozco el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, me fijé que en la parte de atrás de la página salía el cuerpo de un hombre. Así que di vuelta los trozos y empecé a pegar al hombre, que sí sabía cómo era.”
“Cuando