EMOCIONES QUE FLUYEN

El sabio Shantideva, escribió en el siglo VIII: “Cuando experimentes rabia o tristeza, no digas nada, no hagas nada. Quédate quieto como un tronco”.

Importante mensaje, pues cuando estamos bajo la presión de la emoción, cualquier cosa que digamos procede de ese estado de agitación y no de nosotros mismos. Y es por eso que sólo una vez que la emoción intensa pasa, podemos pensar en qué es más oportuno hacer o decir. 
Lamentablemente, en ninguna escuela del mundo enseñan a canalizar las emociones. Así, sin aprendizaje alguno, llegamos a la vida adulta sin saber qué hacer con ellas, especialmente cuando se trata de aquellas que vivenciamos como “negativas”, como la ira, la pena o el miedo.  Nos quedamos  con la emoción y la prolongamos en el tiempo, lo cual genera una tensión sostenida que acaba dañándonos física y psicológicamente.
¿Cómo hacer para que estas emociones fluyan bien? Frente a ello, tal vez la mejor alternativa sea la meditación, en cualquiera de sus formas. Cuando a través de ella tratamos de detener el inagotable correr de los pensamientos, podemos trabajar la emoción con más facilidad. Una corriente de pensamiento tranquila y que avanza con lucidez ahorra estrés, tensión y sufrimiento, lo cual significa disponer de una mayor flexibilidad para enfrentar el problema. Independiente del método de meditación que se elija, la canalización de la emoción consta de cuatro pasos.
El primero consiste en visualizar el problema, verlo desde afuera como si se tratara del problema de otra persona. El segundo consiste en ponerle un nombre para hacerlo concreto y comprensible (gran parte de la angustia deriva de la percepción del problema como algo demasiado difuso, que no alcanzamos a entender). El paso siguiente se trata de expresar gratitud, pues la vida nos ofrece esta situación para aprender algo que aún no conocíamos. De esta manera, el estado metal positivo contrarresta lo negativo de la emoción.
El paso final, por último, consiste en tener plena confianza en que algo, en nuestro interior está cambiando positivamente a través de este problema. Los dos últimos pasos son particularmente importantes, pues las ideas que generamos se incorporan a nivel inconsciente.
Nada demasiado difícil. Se trata sólo de una sencilla práctica a través de la cual no sólo podemos canalizar nuestras emociones de la mejor forma posible sino que además, nos permite lograr un saludable equilibrio interior.
conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado el mundo”.