HIBIKI

En el marco de la filosofía zen, la palabra japonesa hibiki significa “algo que va y que viene como un eco”. Se refiere a la interrelación constante que existe entre todas las cosas en el universo, y por ende, entre nosotros y el mundo que nos circunda.

Esto es sin duda algo que debemos aprender. Nuestra cultura nos ha enseñado a vivir alienados del entorno, siempre oponiéndonos, siempre compitiendo con los demás o luchando contra las cosas que no resultan como queremos. Este concepto egocéntrico, donde nosotros somos lo más importante y el entorno es sólo una especie de agregado en el que podemos hacer y deshacer nos ha conducido a ser menos felices y más enfermos.
Cuando nos sentimos amenazados por el medio en vez de sentirnos parte de él, perdemos la capacidad de disfrutar las cosas y los días se nos pasan sin que hayamos podido saborearlos. Quizás el secreto está en centrarnos más en los sentidos y no dejarlos relegados a un segundo plano mientras le damos una importancia desmedida a la esfera del “pensar”.
Así es como lo explica el maestro zen Shunryu Susuki:
Si dices algo, recibirás la respuesta que has provocado: va y viene. Eso es el sonido. De algún modo, la filosofía zen interpreta el sonido como una creación de la mente. Puedo pensar “el pájaro está cantando allí”. Pero cuando lo estoy oyendo, yo ya soy ese pájaro. De hecho, no lo estoy escuchando. El pájaro ya está aquí, en mi mente, y yo estoy cantando con él.
Si mientras estudias, piensas: “La urraca canta en el tejado pero no lo hace muy bien”, ese pensamiento es un ruido. En cambio, cuando la urraca no te perturba, penetrará directamente en tu corazón. Entonces serás una urraca, y la urraca estará leyendo algo y no perturbará tu lectura. Cuanto más se practica el zen, más fácil es aceptar que algo no es sino uno mismo, no importa lo que sea. Como las cosas están interrelacionadas, es difícil decir “Esto es un pájaro y esto otro soy yo”. Es difícil separar la urraca de ti mismo.
Hemos de comprender las cosas de dos formas. Una es comprender que están interrelacionadas. Y la otra, comprender que uno mismo es independiente de todo lo demás. Cuando lo incluimos todo en nosotros mismos, somos totalmente independientes porque no hay nada con lo que nos podamos comparar.
La interacción produce implicación. Un pájaro llega del sur en primavera y regresa en otoño cruzando varias montañas, ríos y océanos. Las cosas se relacionan de la misma forma sin cesar, por doquier.
Aunque el pájaro esté en algún lugar, en un lago, por ejemplo, su hogar no es sólo el lago sino el universo entero.