ESTAMPAS DE CAÑETE

Alfonso Concha Acuña

JOAQUÍN RUIZ FERNÁNDEZ

De nacionalidad española, conserva, a pesar de los muchos años que lleva en este pueblo, su personalidad genuina: altivo, activo y vehemente. Es un hombre muy apreciado por su franqueza y caballerosidad a carta cabal.
Ocurrente, dicharachero, bueno para entusiasmarse y para el póker, ha tenido una vida de trabajo tesonera y honrada. Es una persona de sacrificio y gran optimismo.
Discutidor, salpica sus anécdotas con buenos chistes, pero puede ser violento cuando ve algo que le desagrada. Y si no, que lo digan algunos garzones que han visto desfilar por su cabeza algún objeto cuando no le han respondido con la compostura debida.
Amante, padre y esposo, ha formado un hogar digno y honorable. Al perder a su hijo muy querido, supo sobreponerse a esa gran desgracia, y su llanto nos embargó a muchos.
Tiene varias anécdotas, como aquella que me contaron: de vuelta de Angol, tras hacer un buen negocio, llegó media hora antes que partiera el tren —o tal vez el tren se atrasó—. El hecho es que había unos hombrecillos jugando a la rayuela y él, que disfruta jugar, los tentó con otros juegos. Aquellos jugadores no tendrían más de 25 pesos en el bolsillo, pero lo entretuvieron tanto que el tren lo dejó. Y lo más sabroso: le ganaron toda la plata que traía (no menos de cinco mil pesos). Terminó pidiéndoles prestado para regresar a Cañete...
Si esto no es cierto, ¡la culpa es de Cucho Miranda, que me la contó tal como la dejo estampada aquí!
Don Joaco, como le dicen sus íntimos, es de gran corazón, noble y altruista. Se juega entero por sus amigos y es un ejemplo de hombre de trabajo honorable.
Es padre de hermosas señoritas, y “BIMA” ha tenido en él un celoso guardián de sus intereses.
¿Cómo le habrá respondido esta firma? ¡Chi!... ¡Lo sá!

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