Dicen que cuando uno no toma a tiempo las decisiones, la vida misma las toma por uno. Es que siempre llega un momento en que se hace necesario un cambio y a veces se hace tan ineludible que debe ocurrir aún cuando no queramos aceptarlo.
Puede ser que se haya gestado durante años, o simplemente que abruptamente lo precipiten las circunstancias.
En cualquier caso, y por más miedo que nos provoque, el cambio es estimulante y en vez de oponerse a él, es mejor vivirlo con curiosidad y apertura, tratando de descubrir qué nos quiere decir la vida con este impulso.
Cuando nos vemos enfrentados a una transición, sobreviene todo un proceso de interiorización que sirve, a la vez, para dejar atrás aquellas cosas que se han transformado en rutina y ya no aportan nada positivo.
Renunciar a lo antiguo es difícil pues significa abandonar la seguridad del terreno conocido y querido para entregarse a un porvenir sin garantías. Pero así como asusta, también libera, pues el camino que se termina se transforma a su vez en un camino que comienza y eso en sí mismo ya es una ganancia. A menudo, aquello que más nos da miedo, a la larga es lo que acaba haciéndonos más felices.Una vez asumido el cambio, debemos abrirnos con todos los sentidos hacia la nueva etapa, sin jamás mirar hacia atrás. Al volvernos a mirar detenemos el movimiento (igual que en el bíblico episodio de las estatuas de sal) y nos estancamos entre dudas y arrepentimientos. Para colmo, aquello que intentamos retener por la fuerza, suele escurrirse entre los dedos de todos modos. No resulta. En cambio, si miramos hacia adelante, caminamos abiertamente, con paso seguro, aceptando el riesgo de vivir y poniendo los ojos en la infinita gama de posibilidades que la vida nos ofrece.
Por mucho que cueste dejar lo antiguo, debemos recordar que esta nueva fase nunca es peor que la anterior sino que simplemente es diferente y merece respeto. Nada peor que tratar de repetir los mismos esquemas y conductas cuando el escenario ya ha cambiado. En vez de eso, se siente mejor abrir los brazos y recibir…todo lo bueno que está por venir.
En el fondo, adaptarse a los cambios es cuestión de actitud. Encerrarse a dudar o abrirse a disfrutar el aire nuevo. Ser o no ser.