En tiempo de vacaciones y días soleados, nuestra necesidad de contacto con la naturaleza crece y se hace propicio salir en busca de paisajes frescos que nos ayuden a pasar el calor.
Muchos padres, en vez de eso pero con la mejor de las intenciones, llevan a sus hijos a “conocer” animales a un parque zoológico, sin considerar que lo que se ve allí escasamente tiene algo de “naturaleza”.
Está más que demostrado que, desde el momento mismo de entrar a un zoológico o un aviario, el animal o el pajarito sufre serios trastornos. El estrés producto del encarcelamiento da origen a extraños comportamientos y reacciones anómalas, como la falta de interés sexual, trastornos alimentarios, coprofagia y otras alteraciones nerviosas, al tiempo que la obesidad y la pérdida de masa muscular por la falta de ejercicio en un espacio tan reducido, hacen lo propio.
Psicológicamente, el animal pasa desde una fase de reticencia activa a la total y absoluta desesperanza, por lo que con frecuencia vemos animales cansados, tristes y de aspecto resignado.
El encierro hace daño a los animales, cualquiera sea su especie, pues le niega la libertad de movimiento y asociación, lo que es muy importante en los animales sociables y, a la vez, vulnera sus patrones naturales de conducta, volviéndolos desde aburridos hasta seriamente neuróticos.
Quien diga lo contrario, que haga el siguiente ejercicio: Supongamos que un zoológico decide exhibir seres humanos. A las personas allí cautivas se les proporciona una buena alimentación, evaluaciones médicas periódicas y los cuidados básicos necesarios. Sin embargo, ¿será posible que se comporten normalmente en ese espedo de confinamiento? ¿Qué trastornos podría llegar a presentar después de un año, cinco años, diez años?
Para poder obtener información completa y verdadera sobre los animales salvajes y educarse con ella, debemos verlos en sus hábitat natural, y no en medio de unas condiciones que distorsionan significativamente su conducta.
Una alternativa es salir a veranear a lugares que permitan la observación de animales, como pueden ser nuestros parques nacionales. Si esa posibilidad no existe, podemos encontrar, en televisión y revistas especializadas, una gran cantidad de reportajes que proporcionan información seria sobre los animales en sus hábitats naturales.
Contactarse con la naturaleza implica necesariamente respetarla, y para conocerla, hay que dejarla libre. Como dice la canción: “En libertad, como los pajarillos, en libertad... que nadie me pregunte ¿a dónde vas?”.