Primero fue la listeriosis y con ella, el mandato de evitar las cecinas, el queso, la mantequilla y cualquier otro producto que hubiera estado en contacto con los anteriores. Días después, el foco se trasladaba a la influenza porcina, hoy llamada influenza humana, enfermedad aún más mortal y transmisible.
Sin embargo, esto no es nuevo. Antes fue la gripe aviar, el virus hanta, el virus ébola y tantos otros. La reacción es siempre la misma: alarma pública, pánico desatado.
Frente a ello, hay una sola y gran verdad. Ante cualquier situación de peligro, no hay peor consejero que el miedo. Y por el contrario, en lo que a enfermedad se refiere, el mejor aliado para mantener una buena salud es una mente sana.
El descontrol suele agravar hasta la situación más simple y en un tema como éste, el mayor riesgo consiste en empezar a interpretar cualquier resfrío o dolor de cabeza como síntoma de la enfermedad. O comenzar a automedicarse anticipadamente sin tener la instrucción de hacerlo.
En vez de ello, es necesario conservar la calma y actuar racionalmente. Lo primero que debemos hacer es estar correctamente informados. Así tendremos el poder para tomar decisiones y actuar como se debe. Esa información debe provenir de fuentes serias, como el Ministerio de Salud o la OMS. Con frecuencia, en casos de pandemia, la gente habla cosas a nuestro alrededor y transmiten informaciones que no son correctas, lo que puede generar malentendidos y alteraciones innecesarias. Al escuchar cualquier comentario, lo menor es ir a la fuente autorizada y comprobar si es verdad o no.
En segundo lugar, no es sano pasar el día entero en función del contagio. Un estado de tensión sostenida provoca un debilitamiento del sistema inmunológico, con lo se acrecienta la probabilidad de contraer cualquier enfermedad. Lo mejor es concentrarse en otras actividades: el trabajo, los hijos, los amigos, una película, algún pasatiempo. Buscar información una o dos veces al día es más que suficiente, y el resto del tiempo, la vida debe continuar.
Ante todo, es bueno conservar el buen humor. Así lo han entendido los propios mexicanos, quienes a pesar del duro momento que viven, ya han creado chistes alusivos y hasta una “cumbia de la influenza”, muy criticada por algunos pero que, sin duda, ha contribuido a relajar un poco las tensiones.
Es bueno cuidarse y tomar precauciones, pero no al punto de paralizar la vida. Lo mejor es ir paso a paso y no anticipar tanto.