Por más que el verano se haya prolongado más allá de lo habitual y las tardes de calor nos sigan acompañando de vez en cuando, lo cierto es que el otoño ya se ha instalado y con él, los cambios de ánimo que suelen acompañarlo.
A menudo con la llegada de las mañanas frías y la disminución de horas luz, notamos un descenso en la energía vital. Incluso hay quienes advierten que su estado de ánimo decae a tal punto que pierden por completo la iniciativa y las ganas de levantarse. Algunos comienzan a preferir los alimentos dulces y a presentar trastornos del sueño.
Esta baja de ánimo, también llamada Trastorno Afectivo Estacional comienza con los primeros días nublados puede extenderse durante todo el invierno. Aunque fue descrito por el psiquiatra norteamericano Norman Rosenthal, la verdad es que ya en la antigüedad se conocía la influencia de las estaciones sobre el humor, pues por primera vez Hipócrates, había hecho referencia a “melancolía” y a su relación con el tiempo.
Hoy, este fenómeno ha dejado de ser un misterio. Los estudios han revelado los complejos mecanismos biológicos que están a la base de este fenómeno. Y efectivamente, es la disminución de la luz, lo que desencadena el trastorno, que afecta en especial a aquellas que tienen cierta vulnerabilidad debido a sus antecedentes familiares y su historia personal.
El mecanismo de acción principal involucra la vía retino-hipotalámica, de manera que la falta de luz informa al cerebro que libere una mayor cantidad de la hormona melatonina.
A su vez, cuando sus niveles en la sangre aumentan, disminuye la temperatura corporal, lo que explicaría la necesidad de consumir carbohidratos, pues el organismo intenta compensar el frío con una mayor ingesta de calorías.
De ahí también la relación con el estado de ánimo, pues el exceso de melatonina disminuye los niveles de serotonina en el cerebro, lo que conduce a un estado depresivo en aquellas personas vulnerables.
Por eso, si en estos días empiezan a aparecer síntomas “peligrosos”, conviene tomar algunas medidas, como aprovechar al máximo las horas de luz, trabajar en lo posible en un lugar luminoso, y hacer caminatas al aire libre.
Y aunque los factores desencadenantes del trastorno estén muy relacionados con la biología, no hay que olvidar que existen factores predisponentes. Así las cosas, conviene revisar en psicoterapia la propia historia, proyectos y frustraciones. Tras una depresión, no importa cuál sea, se esconden autorreproches, culpas y pesimismo, cuyo contenido será conveniente analizar para estar mejor preparados.