ELECTRONES LIBRES

Objetivamente, el mundo pasa por un momento muy difícil: crisis económica internacional, escasez de alimentos, crisis energética y calentamiento global. A ello se agrega una notoria aceleración del ritmo de vida y una readecuación de valores que a muchos les resulta muy difícil de digerir.


Así las cosas, no es raro que la percepción de las personas acerca de la realidad sea más bien pesimista. Sin embargo, en los últimos años se ha observado una tendencia a reclamar menos y adaptarse más, aún cuando esta adaptación ocurre de manera diferente según la forma de vivir la crisis.
Según una encuesta realizada recientemente en Francia, el 16 % de la población lucha por volver a los valores tradicionales, conservadores y moralistas.
Otro 12% pertenece a un grupo de individuos más bien pasivos que, más que resistirse, prefieren que se les muestre claramente las nuevas reglas para poder seguirlas sin chistar.
En un 23% se incluyen aquellas personas que sólo quieren pasarlo bien sin ser cuestionadas. Otros, cerca del 11%, son más extremos aún y buscan la intensidad de las emociones viviendo cada día como si fuera el último.
Por último, y casi con un 38%, están aquellos que luchan cada día por ser ellos mismos. Para ellos, la prioridad es la libertad de acción para ir en búsqueda de una felicidad con valores propios. En los espacios sociales, se adaptan y representan el rol que les pide, pero sin involucrarse demasiado ni perder identidad.
Paradójicamente, se comunican con los demás a través de múltiples herramientas tecnológicas, pero guardan siempre una distancia psicológicamente saludable.
Se movilizan por causas puntuales, pero no adscriben a movimientos ideológicos globales, pues prefieren conservar el derecho a pensar por sí solos. Se ven a sí mismos como electrones libres que asumen una vida sin modelo, teniendo como única premisa válida el respeto por los derechos del otro, sin pasar a llevar los propios.
Estos “electrones libres”, en su mayoría adultos jóvenes,  son cada día más numerosos, lo que está lejos de ser una simple casualidad. Este fenómeno ocurre porque las viejas estructuras ya no responden como antes a las necesidades profundas de las personas, y quizás porque frente a un escenario social tan nuevo y complejo, la única posibilidad de sobrevivir es desarrollar modelos individuales más adaptativos que los ya existentes. De cualquier manera, la señal es clara: se trata de una nueva humanidad que avanza hacia la consolidación de unos principios tan sólidos como libremente elegidos. Y eso es, indudablemente, una gran noticia.