La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.
(Eduardo Galeano).
Si no fuera por las utopías, este mundo no se movería ni un milímetro en su evolución.
Los ideales son los motores que ponen en marcha los más importantes procesos de cambio, sin los cuales muchos logros de la humanidad habrían sido imposibles. Alguna vez alguien creyó en la abolición de la esclavitud y en el derecho a voto de la mujer y gracias a ello, ambas cosas pudieron conseguirse.
Sin embargo, no basta con mirar de lejos lo que otros han hecho. Todos podemos (y debemos) tener ideales y luchar por ellos. Un ideal es algo que nos hace vibrar, que nos hace sentir vivos. Y al margen de que sea o no posible conseguirlo en lo inmediato, el solo hecho de seguir su senda puede hacernos enormemente felices.
El ideal tiene un componente importante de reto, por eso nos motiva a seguir. Poco a poco lo vamos asumiendo como propio y nos vamos sintiendo identificados con él. Ya sea que se luche por los derechos de los animales, por la conciencia ecológica, por la paz o por la justicia social, el ideal viene a representar nuestra cosmovisión, nuestros valores y nuestra forma de relacionarnos con el mundo y es por eso que tiñe todo lo que hacemos en el día a día.
Entender que el ideal es un camino a seguir y no necesariamente una meta a cumplir a corto plazo es la clave para evitar la frustración y no abandonar la causa a la primera decepción.
Dicen que una vida sin ideales es como un barco a la deriva. El problema es que en demasiadas ocasiones los olvidamos y entramos en una dinámica donde no hay lugar para jugársela por algo. Esto, porque es más fácil opinar desde la comodidad de un sillón que trabajar por una causa y vivir en consecuencia.
Siempre hay en nuestra vida un momento en que nos sentimos tocados por una situación que desearíamos cambiar. Frente a ello, existen dos posibilidades: ignorar lo ocurrido y con ello traicionarnos, o bien, abrazar la causa y seguir el camino del ideal luchando por él e integrándolo como una forma de vida.
Esta última elección significa estar dispuestos a tomar decisiones asumiendo las consecuencias y a actuar con optimismo día a día sin importar que otros piensen distinto.
Quizás requiera un mayor esfuerzo, pero también brinda una mayor satisfacción. Solía decir Leonardo Da Vinci que, así como una jornada empleada produce un dulce sueño, una vida bien empleada causa una dulce muerte.