LA INTROVERSIÓN

En una sociedad tan competitiva como la nuestra, ser introvertido es visto como una carencia. Nada raro, si consideramos que aquél que habla más y se roba más las cámaras es el que aparentemente tiene más oportunidades. 

Esta visión negativa surge de la confusión entre introversión y timidez, que son cosas bien distintas. Las personas muy tímidas con frecuencia tienen miedo a la interacción con otras personas y suelen presentar una baja autoestima. Los introvertidos, en cambio, no temen el contacto. Si prefieren la soledad es porque se sienten más cómodos con sus ideas y actividades personales que estando con gente.
Pero aunque los extrovertidos parezcan brillar más, hoy la psicología ha demostrado que las personas introvertidas cuentan con ventajas que las hacen más atractivas a la hora de relacionarse, de enfrentar el mundo laboral e incluso de encontrar pareja.
Esto es porque los introvertidos privilegian su mundo interno de pensamientos, sentimientos, sueños y fantasías, en contraposición a los extrovertidos, que prefieren el mundo externo de las cosas, actividades y personas.
Producto de ello, son más sensibles, empáticos y autoconscientes. No invaden el territorio de los demás, son cuidadosos con las emociones ajenas y tienen una visión más profunda del mundo. Y justamente por ser más reflexivos y observadores, suelen ser más maduros.
Y aunque el mundo muchas veces le haga pensar que es más atractivo ser extrovertido, el introvertido debe aprender a validar su propia esencia. La clave está en aceptarse y comportarse tal como es, sin tratar de mostrarle al mundo una imagen diferente de la real, pues eso supone un desgaste innecesario. Importante también es asumir su naturaleza sensible y evitar el contacto con personas intrusivas, pues la invasión de su espacio suele agobiarlo y dañarlo emocionalmente.
Los amigos y familiares cercanos deben aprender a respetar su necesidad de estar solo a ratos para encontrarse consigo mismo. El introvertido no llama todos los días ni tiene ganas de organizar reuniones sociales muy a menudo. Pero no por eso se aburre o lo pasa mal. Por el contrario, no necesita tanto la excitación del contacto para estar feliz, porque encuentra suficiente estimulación con su propia intimidad.
Hay una caricatura de Mafalda en que ella aparece indignada por un letrero que dice “PROHIBIDO PISAR EL CESPED”. Frente a ello, pregunta a Miguelito: “¿A ti no te indigna este cartel?” Y él le responde: “No. ¿Qué me importa? Yo tengo mi propio pastito interior”.
Eso es lo que el introvertido siempre tiene: pastito interior.