PEQUEÑOS RITUALES

Sin duda alguna, el ser humano es un animal de costumbres. Y no es un dato menor, pues son justamente los hábitos cotidianos los que nos confieren una identidad.

Nos guste o no, somos ritualistas. Los actos que repetimos a diario nos dan seguridad y comodidad, pues se constituyen en una especie de mapa íntimo que da un orden a nuestra vida.
El primer café de la mañana, el sillón donde nos sentamos al llegar del trabajo, la siesta de cada día, el té con limón después de almuerzo, la oración antes de dormir, el camino que tomamos para ir a casa... Cada vez que nos apegamos a estas pequeñas regularidades, nos sentimos cómodos y seguros, y por eso cuando no estamos de viaje y no podemos hacerlo, los añoramos y parece que nos faltara algo.
El problema es que cuando vamos demasiado rápido por la vida, pasamos por alto estos rituales y los hacemos automáticamente sin darnos cuenta del valor que tienen en sí mismos. No nos detenemos a saborearlos y disfrutarnos, como si no lográramos ver que es justamente en esos momentos que parecen insignificantes, cuando mayor conexión alcanzamos con nuestra esencia más profunda. Es precisamente en esos actos donde más auténticos somos, pues nos enfrentamos a nuestra necesidad de estabilidad como niños buscando cobija.
Nos quejamos de la rutina pero cuando no la tenemos a mano, nos sentimos vulnerables y vacíos. De alguna manera, esos pequeños rituales que nos dan placer representan la calma y la felicidad. En uno de sus poemas más conocidos, Bertoldt Brecht detalla una lista de sus satisfacciones personales cotidianas: “La primera mirada por la ventana al despertarse, el viejo libro vuelto a encontrar, rostros entusiasmados, nieve, el cambio de estaciones, el periódico, el perro, la dialéctica, ducharse, nadar, música antigua, zapatos cómodos, comprender, música nueva, escribir, plantar, viajar, cantar, ser amable”.
Como él, todos podemos elaborar nuestro propio listado de actos cotidianos que nos hacen sentir vivos. En la medida que los repetimos, se van transformando en puntos de referencia.
Hay quienes dicen que la rutina es fundamental en nuestra vida. Que nada sería posible sin la repetición incesante de lo ordinario. Pero que, para superar el miedo a lo invariable, es necesario comprender suVolver a la tierra donde se ha nacido es un imperativo superior a nuestras fuerzas e influye en la atracción que ejerce el lugar, la ciudad, la región o país donde se nace.-
La nostalgia es el estado anímico de un individuo al estar lejos de su tierra y se produce con mayor intensidad cuando se es exiliado o sacado de su país sin su consentimiento.
En la historia de la humanidad han habido destacados personajes políticos, artistas y científicos exiliados de sus países de origen y algunos de ellos murieron en tierras extrañas soñando en regresar algún día al suelo que los vio nacer.
Por esta causa, el exilio es una de las penas más grandes que puede sufrir el ser humano ya que ser expulsado de sus seres queridos, de sus amigos, de su entorno, de su aire, de sus costumbres e idiosincrasia, es quitarle a las personas el deseo de vivir.-
El exilio voluntario es diferente, porque ante cualquier rasgo de nostalgia, que de hecho se produce, se puede volver al lugar que lo vio nacer en cualquier momento.
Son muchos los que abandonan todo los bienes materiales logrados durante muchos años de trabajo e incluso dejan sus afectos sentimentales de parentesco por ir a otros lugares en busca de mejores horizontes.
A veces lo logran y se acostumbran a la nueva vida, pero en algún momento la añoranza surge en la mente y en el corazón transformándose en una bomba de tiempo que en cualquier momento puede explosionar.
Quienes han experimentado la nostalgia al primer obstáculo le surgen las ansias de regresar como esperando el subterfugio oportuno para justificar la amargura que trae aparejado el supuesto fracaso personal.
La nostalgia no tiene ninguna explicación que la justifique, sin embargo ella existe y es inherente al ser humano.
Sentimos nostalgia cuando recordamos a algún amor perdido, el recuerdo de algún ser querido, los juegos infantiles, la refrescante brisa marina, el atardecer multicolor de los cerros o la lluvia copiosa del sur como lo están experimentando algunos habitantes de la ciudad de Chaitén, cuyos pobladores fueron evacuados y la nostalgia por su tierra los ha hecho regresar.
El escritor español José Hierro hizo una analogía sobre la nostalgia y en uno de sus fragmentos dice... ” la poesía es como el viento o como el fuego o como el mar; hace vibrar árboles, ropa, abrasa espigas, hojas secas, acarrea en su oleaje los objetos que duermen en la playa...”
Todo un poema que incita a meditar y a luchar permanentemente con la angustiante nostalgia que en ocasiones destruye el alma, acelera el corazón y a veces conduce a la desesperación y también a la muerte.