Cada día pasamos al menos ocho horas en función del trabajo. En el actual sistema de vida nuestra actividad laboral ocupa tanto espacio vital que con frecuencia las obligaciones están por sobre el placer e incluso por encima de nuestra salud.'
No en vano todos los estudios en esta materia coinciden en demostrar el desgaste personal que produce el exceso de trabajo.
Muchas personas, por ejemplo, refieren estar tan cansadas al llegar del trabajo que son incapaces de sostener una conversación amena con su pareja o con sus hijos. Y con frecuencia, estas conversaciones son sustituidas por discusiones que no son sino fruto del stress y la fatiga física. Según las encuestas una de cada tres personas se siente culpable por no participar lo suficiente en la crianza de sus hijos a causa del trabajo.
Pero a pesar de las evidencias, muy pocos se atreven a hacer cambios en este sentido. Quizás porque vivimos en un mundo muy competitivo que valora el trabajo mucho más que el descanso, donde las horas de ocio son consideradas como una pérdida de tiempo. Tal vez porque trabajar mucho es considerado prácticamente un símbolo de status. O porque en tiempos de crisis temblamos ante la posibilidad de disminuir nuestro nivel de ingresos.
Sin embargo, cuando el trabajo nos colapsa y empezamos a poner en riesgo nuestra vida, se hace imperativo cambiar de hábitos hacia una vida más saludable. Para comenzar quizás sea razonable tener en cuenta cinco pautas generales que, de seguirlas, contribuirán a mejorar nuestra calidad de vida.
La primera pauta es no llevar jamás trabajo a casa. Cada cosa en su lugar y nuestra casa es para la vida personal y familiar.
La segunda, y la más esencial: Frente al agobio, DESCANSAR. A menudo nos exigimos por sobre nuestra resistencia, y eso es siempre un error. La tercera consiste en fijar fechas de entrega razonables y no comprometernos a hacer cosas que no vamos a poder cumplir sin sacrificar horas de sueño.
A ello se asocia la cuarta regla, que trata de aprender a decir NO a aquello que no podemos asumir.
Y por último, la quinta norma es aprender a dar un lugar prioritario a nuestra vida privada. Podemos ser muy responsables con el trabajo, pero es en el círculo más íntimo donde está nuestra VIDA. Algunas personas, sobre todo aquellas más trabajólicas y competitivas, se sienten culpables o temerosas al bajar el ritmo de trabajo. Sin embargo, es necesario considerar que si bien trabajar más horas puede hacernos más ricos, a la larga terminamos teniendo una vida mucho más pobre, pues el resto de la vida, siempre puede darnos mucho más…