
Mientras el mundo gira y calla, la guerra sigue perfeccionando su crueldad. No es cuestión de misiles: es la sangre inocente la que sigue escribiendo los titulares de prensa.
Israel no ha conocido la paz plena, desde su fundación en 1948, ha vivido en estado de tensión permanente: guerras con países vecinos, ocupación, revueltas civiles, terrorismo, ataques y represalias, alianzas frágiles, y un entorno donde la palabra seguridad ha reemplazado a convivencia.
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Por estos días, Ray Kurzweil, uno de los cerebros detrás de los grandes avances tecnológicos de las últimas décadas, volvió a dar titulares. El mismo que anticipó cosas como la inteligencia artificial, los smartphones o internet, ahora asegura que estamos muy cerca de vencer a la muerte.
Al cabo de tantos siglos, la palabra "resentimiento" -que evoca una pasión con mayor poder destructivo que el pecado capital de la envidia- está cada día más presente en la mayoría de los discursos que tratan de entender la condición humana, como resentimiento individual y, también, como resentimiento colectivo: se habla, se diserta y se escribe muy a menudo de cultura, ideología, moral, política y psicología del resentimiento, de resentimiento de clase, de hombres y de mujeres cuyas vidas son historias de resentimiento -como la biografía del emperador romano Tiberio publicada el año 1939 por Gregorio Marañón ( Tiberio , "Historia de un resentimiento", Espasa-Calpe S.A. Madrid, 9ª edición,1963)- e incluso Harold Bloom , ("El canon occidental". Anagrama, Barcelona,1995) cuyo magisterio como crítico literario es reconocido urbi et orbe , ha delimitado peyorativamente a una "Escuela del resentimiento" y a unos "Apóstoles del resentimiento" en los que incluye a un determinado grupo de críticos literarios.

