CHASCARROS Y ANÉCDOTAS (2)

Para entender esta historia es necesario hacer algunas pequeñas aclaraciones, pues nuestro personaje como dijimos en el número 1 de esta serie, contaba sus cuentos y hacía sus historias (las adaptaba), de acuerdo a las personas a quien se las contaba. Mi padre había estudiado en la Escuela Industrial de Lota. Era mecánico de máquinas locomotivas a vapor, pero en la industrial a todos les enseñaban forja, herrería y temple de aceros (metales en general), también los preparaban en armería (les enseñaban a hacer armas).


Luego de salir de la Industrial, mi padre se presentó como voluntario para hacer el servicio militar, en el regimiento de caballería Silva Renard de concepción, donde tenía un primo hermano de segundo grado (el capitán Sáenz). Este capitán que era un famoso saltador a caballo en la época, tenía cierta influencia y lo colocó como su ordenanza y lo ubicó en la sección de Armas (concierto, arreglos y manutención de fusiles).
Cuando llegó a Cañete en los años 50, tenía ya como costumbre hacer todos los años, una o dos escopetas calibres 12, 16 ó 32, dependía del cañón que conseguía, y que eran siempre de dirección de autos (el tubo), esos daban las mejores escopetas y mi padre se regocijaba con regalárselas a sus amigos o parientes. La culata se la hacía un carpintero que trabajaba en una casa frente a la entrada de las tribunas del estadio de fútbol.
Una de esas escopetas la recibió de regalo nuestro personaje, que continúa siendo Don Saturnino Ruiz. Al llegar una tarde al paradero de taxis junto a mis amigos, él nos contó la siguiente historia basada en la escopeta y la cortaplumas que había hecho mi padre y que se las había regalado. Nos contó Don Satu, que al salir a pescar y cazar un domingo para los lados del Lleu Lleu, se entretuvo un poco pescando en el puente de la desembocadura del Lago lanalhue; allí se podían ver las truchas subiendo o bajando el río. Al estar allí escuchó una algarabía fortísima, parecía un ruido jamás escuchado..., el cielo se obscureció, y al mirar hacia arriba, vio miles de pájaros inmensos volar hacia el sur, él supuso que serían patos y que se estaban dirigiendo a la laguna de los patos de Tranaquepe. Quiso disparar a la bandada pero tenía el arma descargada y había dejado al otro lado del puente (lejos), los cartuchos, de tal manera que pensó rápido, sacó su cortaplumas (tres en una), y la amarró con su cinturón en la punta del cañón de la escopeta, dejando la hoja (lámina), mayor hacia afuera..., y como un eximio lanzador de dardos, tal atleta de olimpiadas, lo lanzó hacia arriba en dirección a los patos. Tal no fue su sorpresa al ver que ensartó uno, pero al mismo tiempo su desconcierto pues el pájaro no cayó y siguió volando hacia el sur; él corrió atrás porque no quería perder su escopeta ni su cortaplumas, e intrigado por saber cómo el supuesto pato podía volar cargando la escopeta.
Cual fue su sorpresa al verlo caer lentamente talvez por causa de la inmensa humareda que había algunos Klmts. adelante. Al llegar allá unos 50 minutos después, se encontró con aquello que parece "MENTIRA", pero "Por ésta ", que no es, juraba. Estaba la escopeta clavada con la punta de la cortaplumas en el suelo y el pato, que no era un pato (y eso explicaba porqué cargó en su cuerpo por tan largo trecho la escopeta), era vean bien ..., UN GANZO inmenso que estaba ya asado pues había caído en medio a la roza.
Luego de contarnos su historia, sacaba la cortaplumas tres en una, la habría, la cerraba, queriendo con ese gesto darle credibilidad a su cuento. Nos contó en esa misma oportunidad, al mirar la hora en un reloj de bolsillo (de esos que se abren para ver la hora y se guardan en el bolsillo perro), una historia sucedida con ese reloj...., pero esa es otra historia de Don Satu, y si tienen paciencia se las cuento la próxima semana.
Creo que una de las escopetas hechas por mi padre aún existe y si existe, está con Roberto Maldonado y talvez otra con Don Omar Carrillo, ya que por lo que sé, ambos recibieron de regalo una óptima escopeta hechiza).