Con frecuencia creemos que decir “sí” a todo aquello que se nos pide es sinónimo de generosidad y buen carácter. Confundimos la condescendencia con el ser buena persona, sin pensar en los riesgos que esta confusión puede acarrear.
Sin duda alguna, uno de los peores males que puede sufrir un ser humano es la “desesperanza aprendida”. Una enfermedad tanto individual como social, con tan profundas repercusiones en la esfera física y psicológica que termina gangrenando sin piedad el cuerpo y el alma de quien se ve envuelto en ella.
Una calurosa tarde, una familia está jugando al dominó a la sombra de un pórtico. De pronto, el suegro propone hacer un viaje a Abilene, poblado situado a unos 80 kms. de allí.
Ante la propuesta, todos acceden y se disponen a viajar.
El viaje resulta ser caluroso, polvoriento y largo, por lo que vuelven agotados después de cuatro horas.